El ácido fólico es una vitamina hidrosoluble que forma parte del complejo B. En realidad, los alimentos no contienen ácido fólico como tal sino derivados conocidos como folatos, compuestos sintetizados por plantas y bacterias.
El valor de tales sustancias deriva de la participación del ácido fólico en numerosas reacciones metabólicas que incluyen la síntesis de ADN, a través de la formación de purinas y pirimidinas, y la ínter conversión de aminoácidos, convirtiendo la serina
en glicina, histidina en ácido glutámico y homocisteína en metionina.
Existe un aumento de las necesidades de ácido fólico con la edad y en determinadas situaciones fisiológicas como el embarazo o la lactancia.
Los folato son muy sensibles a la cocción. El calor provoca grandes pérdidas en la actividad de esta vitamina. Por tanto, los endocrinólogos recomiendan el consumo de frutas y verduras crudas siempre que sea posible. Asimismo, determinados medicamentos pueden interferir con la absorción o la vía metabólica del ácido fólico: antiácidos, sulfasalazina, colestiramina, anticonvulsionantes, algunos antibióticos y anticonceptivos orales.
Su importancia en el embarazo
Durante el embarazo hay un aumento de los requerimientos de ácido fólico debido al incremento en la multiplicación celular que involucra el crecimiento del útero, la formación de la placenta, la expansión del volumen de eritrocitos o glóbulos rojos y el crecimiento del feto.
Hay evidencias claras de que el consumo adecuado de ácido fólico en la dieta antes de la concepción y durante los primeros meses del embarazo puede disminuir el riesgo de malformaciones congénitas en el feto, entre las que se encuentra la espina bífida. El tubo neural es una estructura que se forma en el embrión y que dará lugar al cerebro y a la médula espinal. En los casos de espina bífida, el proceso de formación del tubo neural falla. Éste no se cierra correctamente, por lo que pueden darse defectos tanto en la médula espinal como en las vértebras. Existen diferentes grados de lesión y en los más severos la médula espinal sobresale por la espalda del bebé. Esta malformación puede provocar varios grados de parálisis y pérdida de sensibilidad en las extremidades inferiores, así como complicaciones en las funciones intestinales y urinarias.
El origen de estas malformaciones se encuentra, por lo general, bien en una predisposición genética, o bien en que la mujer presenta una carencia de ácido fólico.
Es por tanto de gran importancia que las mujeres embarazadas ingieran cantidades adecuadas de ácido fólico o vitamina B9 antes de que se produzca el embarazo y hasta aproximadamente el tercer más de gestación. De echo, los ginecólogos prescriben de forma sistemática suplementos de B9, antes y durante el primer trimestre de embarazo para reducir el riesgo de alteraciones.
. Esta vitamina se encuentra en gran variedad de alimentos como levadura de cerveza, legumbres, cereales de desayuno enriquecidos, hígado, verduras de hoja verde, frutos secos, huevos y frutas, por lo que una dieta variada y equilibrada es capaz de cubrir las necesidades de dicha vitamina.
Permite la absorción de la B1 y de la B12 en el intestino delgado
La vitamina B9, junto a la B12, participa en la síntesis de ADN, es decir, en la formación del material genético, por eso es fundamental un aporte adecuado durante las primeras fases de gestación, donde se produce la multiplicación y división de las células. Además, la vitamina B9 participa también en la producción y maduración de los glóbulos rojos (células sanguíneas portadoras de oxígeno a las células y tejidos del cuerpo) y de los glóbulos blancos, encargados de combatir las infecciones.
La falta de ácido fólico en la dieta puede provocar la aparición de anemia, debido a que una de las funciones de esta vitamina en el organismo es la de producir y formar glóbulos rojos. Su deficiencia también puede causar trastornos digestivos e intestinales como anorexia, náuseas o diarrea.
- El acido fólico es muy sensible a la luz, calor y oxidación.
- Las carnes como el hígado y los riñones pueden perder hasta un 50% de la vitamina en el proceso de cocción, los huevos y la leche, entre un 10 y un 50%. Entre los vegetales, las pérdidas se cifran entre el 50 y el 90%, dependiendo, en este caso, del volumen de agua utilizado, tiempo de cocción, etc.
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8 dic 2008
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